Almita's Chamoy and Ice Cream Shop

Almitas: Un sueño que nació en casa y floreció con la comunidad"
Por : Juan Inez Valdes

En una esquina cálida de North Little Rock, Arkansas, florece una pequeña joya con un corazón enorme: Almitas, una nevería y snack bar que no solo endulza paladares, sino también toca corazones. Su fundadora, Alma, originaria de Veracruz, México, ha construido con esfuerzo y amor un espacio que ya es parte esencial de la comunidad local.

“Mi gente fue quien me inspiró”, cuenta Alma, mientras el aroma de esquites y chilindrinas invade el aire. Lo que comenzó como un negocio casero —donde vendía nieves artesanales desde su sala— creció hasta convertirse en un vibrante punto de encuentro, gracias al apoyo incondicional de sus clientes, muchos de los cuales viajaban desde lejos solo para probar sus creaciones.

Pero Almitas no es solo una nevería. Es un reflejo de la versatilidad de Alma, quien también maneja un equipo de limpieza y un negocio de banquetes llamado “Banquetes Almitas”. El nombre, que lleva desde joven como apodo, se ha convertido en una marca con identidad propia. “Almita, Almita”, así la conocía todo el mundo desde sus primeros años en Estados Unidos, y ese cariño se tradujo en confianza cuando decidió abrir su local.

Los productos más populares en Almitas —esquites, nieves artesanales, salsas caseras de sabores como tamarindo, mango y blueberry— son prueba del talento culinario de Alma y su equipo. “Aquí no se compra salsa, aquí se hace”, recalca con orgullo, mostrando la dedicación con la que elabora cada receta.

Lo que más emociona a Alma es la respuesta de la comunidad. “Yo pensé que solo los hispanos vendrían, pero también vinieron americanos, centroamericanos... nos han recibido con los brazos abiertos”, dice con los ojos brillosos. Este apoyo ha sido tan grande que, apenas un año después de abrir, ya planea una segunda locación.

Entre risas y anécdotas, Alma confiesa que el camino no ha sido fácil. Trabajó incansablemente durante 25 años, combinando jornadas largas con la preparación nocturna de tamales y hielitos. “Me he roto el lomo en mil pedazos”, dice, mientras habla con gratitud de sus hijas, en especial de Frida, su “mano derecha”, y de su esposo, quien ahora la apoya en cada paso.

“En cinco años no sé hasta dónde lleguemos, pero mi meta es seguir creciendo sin perder lo que somos: nuestras recetas, nuestra decoración, nuestro nombre”, afirma. Quizás algún día Almitas se convierta en franquicia, pero lo más importante para Alma es no perder el alma del proyecto: el amor por su comunidad.

Agradece a sus hijas, a su familia, a sus trabajadoras, y sobre todo, a sus clientes. “Por ustedes somos lo que somos”, dice. Almitas no es solo un negocio, es un sueño compartido, una historia de perseverancia, sabor y mucho corazón.